sábado, 11 de junio de 2016

Capítulo décimo tercero:


Riker, do you think I’m gorgeous?
—Gorgeous?

Ángela arqueó una ceja ante el tono de voz de Riker. Quería saber cuál era el punto de quiebre de Riker y cuánto puede aguantar la presión y la tensión sin mostrar sus cartas. Sin embargo Riker fue más duro que una roca. De forma muy rígida dijo:

—Yes…—dijo de forma muy vaga—likely.

Ángela se enojó y lo demostró con su cara que publicó durante un segundo. Luego de este tiempo reprimió su expresión y simplemente se levantó de la mesa, sin pedir permiso, y se acercó a la barra. Ahí estaba Pablo observando todo con cara de Robot. Ángela intentó humanizarlo pero no pudo, entonces le preguntó muy suavemente al oído:

¿Aún te quedan vasos por romper?

Las facciones faciales de Pablo cambiaron por completo, giró su cabeza 70 grados y miró fijamente a Ángela hasta casi llegar a su punto de quiebre. Ángela creyó que ya no podría mantener la cara seria. Entonces Pablo sonrió humanamente y le indicó a Ángela que entrara a su área de trabajo. Ángela entró.

Un cliente llegó a la barra y pidió un jugo de naranja. Pablo respondió muy groseramente, pero Ángela le reprochó y hasta le sirvió al cliente por él. Con esta acción inició una maravillosa amistada entre Ángela y Pablo.


Pablo se llevó a Ángela a la bodega donde se guardaban los platos, vasos, vajillas y tazas. Le mostró la taza madre para lanzar a alguien. Ángela observó la taza y vio que era demasiado pesada e incómoda para lanzársela a Riker. Al conocer de las verdaderas intenciones que tenía Ángela para la taza madre, Pablo prefirió decirle:

Si quieres vengarte de Riker, debes hacerlo cuando no hayan testigos que te puedan acusar. Recuerda que si causas algún altercado público, el otro rubio te despide.

Sí, ya lo sé… ¿Entonces me vas a ayudar?

Mónica irrumpió en la bodega secreta de Pablo y dijo: “¡Angie!, Riker te requiere con urgencia”.

Ángela salió de la Bodega Secreta de Pablo y fue al encuentro de Riker. Cualquier problema que tuviera Riker, ella podría manejarlo; así le dijo a Pablo para que le dejara ir sola.

Riker estaba dentro de la cocina, hablando con la cocinera. Estaba recostado de la estufa, tratando de mantener la calma, pero en realidad estaba más blanco que una hoja de papel. Cuando Ángela entró en la cocina—y se preparó para poner su pose de “¿y bien? ¿Cuál es el problema?”Lo primero que hizo Riker fue darle un fortísimo abrazo hasta casi no dejarla respirar. Además le dijo al oído: “Lamento haberte ofendido con mi tan grosera contestación”.

Riker soltó a Ángela y la dejó respirar y hablar. Viendo que ella solo quería evadirlo, la tomó por la quijada, la obligó a mirarlo a los ojos y le dijo: “¿Me perdonas?”

Ángela se liberó del agarre de Riker, caminó hacia el almacén de arroz y le pidió a Mirta, la cocinera, que los dejara solos unos momentos. La respuesta de Mirta fue la siguiente: “Sí, claro. Sólo no dejes quemar nada dentro de esta habitación”. Mirta dejó sus utensilios y se tomó un descanso.

Ángela miró a Riker a los ojos, fijamente y comenzó a caminar dibujando un círculo a su derredor. Riker se asustó y le preguntó varias veces “What are you doing?” Sin embargo Ángela no se dignó a decir ni una sola palabra más, ni en inglés ni en español.

Continuó con su danza hasta que Riker, exasperado, estuvo a punto de llamar a la señora que estaba en la concina antes de que llegara Ángela. Pero Ángela lo tomó del cuello de la camisa que vestía y lo miró sensualmente mientras le preguntó: ¿A dónde crees que vas, cariño? Los ojos de Riker se enfocaron en sus labios carnosos; los pasaba de sus labios a sus ojos, y en esos microsegundos en que sus ojos estuvieron sobre los de Ángela, ella pudo notar que él quería besarla, ansiaba tocar sus labios…

Ángela lo esquivó totalmente, caminando muy sexymente y exagerando un poco en el movimiento de sus caderas. Ya sabía lo que quería saber: Riker estaba perdidamente enamorado de ella y sí tenía una y mil oportunidades con él.
Ángela se sentó sobre una mesa de amasar—que luego tendría que lavar—y Riker la siguió como un perro sigue a su hembra cuando está ovulando. Riker apoyó sus manos a ambos lados de Ángela. Abrió la boca para decir algo pero no se le ocurrió nada para decirle a Ángela que viniera al caso. Entonces ella le dijo, mientras se limpiaba las uñas tratando de disminuir el interés verdadero que el comentario que iba a decir tenía por defecto:

—You know, Riker: My brother just licensed me to have a boyfriend.
—You need his permission for having a boyfriend?! —Dijo Riker casi riéndose.
—Yes, because he’s my older brother. He’s five years older than me.
—Oh!... so he rules you.

—Yeap, something like that. Es que, en realidad nosotros teníamos una extraña competencia, basada en que yo quería ser tía antes que madre y el aceptó lo contrario, ser tío antes que padre. Pero esta mañana me texteó y me dijo que renunciaba a la competencia porque era muy estúpida—Riker rio—Y porque se ha enamorado—Ángela hizo una pausa y notó que el arroz estaba a llama alta y se estaba quemando.

También recordó que Mirta le había pedido que no dejara quemar nada. De una vez se bajó de donde estaba sentada—la mesa de amasar—y quedó demasiado cerca de Riker, porque él no quiso hacerse a un lado. Riker tomó su cabeza y casi la besa, estuvo predispuesto para besarla, y ella también; también quería que sucediera. Pero el olor del arroz quemándose y el solo escarmiento de que la podían despedir, Ángela casi tira a Riker al suelo porque no había otra forma de apartarlo de su camino.

Ángela corrió a bajar la llama del arroz, lo volteó y le echó aceite para opacar el sabor a quemado. Luego picó los vegetales y los refrió para hacer otra clase de arroz. En fin, hizo el trabajo de cocinera por diez minutos mientras Riker la observaba pensativamente. Mirta entró luego de que Ángela terminara la faceta de “cocina en diez segundos”. Tan solo entró en la cocina, sin decir nada y se puso a cocinar. Riker y Ángela se quedaron observando a Mirta y su respuesta, más grosera que la de Riker, fue algo parecido a esto:

— ¿Y ustedes qué mirar? ¿Ya hicieron lo que tenían que hacer?—Ángela asintió con extrañezaTú—señalando a Ángela—mejor limpia esa mesa donde te sentaste. Y tú—señalando a Riker—Sal de mi cocina.

Riker no logró comprender lo que Mirta le estaba diciendo, pues apenas había terminado la primera clase de español y yo entendía lo que ella le decía; hasta que sacó la escoba y le dio tres nalgadas hasta que se fue de su cocina.
La escena fue muy cómica desde el punto de vista de Ángela, pero por poco casi le dan unas nalgadas a ella también. Ángela tomó un trapo y limpió la mesa de amasar.

Después de terminar las tareas que Mirta, la cocinera le asignó, Ángela salió por fin del restaurante y quiso dirigirse a su casa. Pero estaba desorientada, ni siquiera sabía dónde estaba Olivia.

Riker apareció justo detrás de ella como un verdadero zorro. La invitó a caminar por la acera junto a él, mientras conversaban. Pero lo más extraño y tácito de esta conversación era que los dos sabían cuál era el objetivo específico de todas esas palabras, pero se las dijeron el uno al otro por miedo a estar equivocados y que el otro pensara mal o se sintiera incómodo. Por esta razón, Riker comenzó:
¿Quién era aquella señora que estaba en la cocina antes de que llegaras; la que me dio tres nalgadas con la escoba?

MHhh, supongo que la cocinera, puesto que estaba en la cocina.
Y luego de largo rato de conversación sobe los diferentes empleados, Pablo y el jefe, Riker volvió al mismo tema que había dejado atrás: la pregunta que iba a hacerle a Ángela pero se acobardó, está vez lo intentó con más valentía que la última.

— ¿Oye, respecto a lo que pasó cuando te bajaste de la mesa y fuiste a encargarte de las labores de cocinera…?Ángela clavó su vista en él y le dejó que continuara hablando; aunque sea torpe su forma de expresarse en ese sentido.Quería decirte algo, y necesito que te detengas y me escuches atentamente.

Riker ya se había detenido y sólo estaba esperando que ella lo hiciera y se quedara a la misma altura que él. Cuando ya estuvieron mirándose de frente uno al otro, Riker comenzó a acariciar su cabello. Ángela se estremeció, se asustó al sentir las manos de Riker tocar su cabello, y pasar de él a sus mejillas.

“Shhhh, no tengas miedo; no te voy a hacer daño”, le susurró Riker.




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