—Riker, do you think I’m gorgeous?
—Gorgeous?
Ángela arqueó una ceja ante el
tono de voz de Riker. Quería saber cuál era el punto de quiebre de Riker y
cuánto puede aguantar la presión y la tensión sin mostrar sus cartas. Sin
embargo Riker fue más duro que una roca. De forma muy rígida dijo:
—Yes…—dijo de
forma muy vaga—likely.
Ángela se enojó y lo demostró
con su cara que publicó durante un segundo. Luego de este tiempo reprimió su
expresión y simplemente se levantó de la mesa, sin pedir permiso, y se acercó a
la barra. Ahí estaba Pablo observando todo con cara de Robot. Ángela intentó
humanizarlo pero no pudo, entonces le preguntó muy suavemente al oído:
—
¿Aún
te quedan vasos por romper?
Las facciones faciales de Pablo
cambiaron por completo, giró su cabeza 70 grados y miró fijamente a Ángela hasta
casi llegar a su punto de quiebre. Ángela creyó que ya no podría mantener la
cara seria. Entonces Pablo sonrió humanamente y le indicó a Ángela que entrara
a su área de trabajo. Ángela entró.
Un cliente llegó a la barra y
pidió un jugo de naranja. Pablo respondió muy groseramente, pero Ángela le
reprochó y hasta le sirvió al cliente por él. Con esta acción inició una
maravillosa amistada entre Ángela y Pablo.
Pablo se llevó a Ángela a la
bodega donde se guardaban los platos, vasos, vajillas y tazas. Le mostró la
taza madre para lanzar a alguien. Ángela observó la taza y vio que era
demasiado pesada e incómoda para lanzársela a Riker. Al conocer de las
verdaderas intenciones que tenía Ángela para la taza madre, Pablo prefirió
decirle:
—Si
quieres vengarte de Riker, debes hacerlo cuando no hayan testigos que te puedan
acusar. Recuerda que si causas algún altercado público, el otro rubio te
despide.
—Sí, ya
lo sé… ¿Entonces me vas a ayudar?
Mónica irrumpió en la bodega
secreta de Pablo y dijo: “¡Angie!, Riker te requiere con urgencia”.
Ángela salió de la Bodega
Secreta de Pablo y fue al encuentro de Riker. Cualquier problema que tuviera
Riker, ella podría manejarlo; así le dijo a Pablo para que le dejara ir sola.
Riker estaba dentro de la
cocina, hablando con la cocinera. Estaba recostado de la estufa, tratando de
mantener la calma, pero en realidad estaba más blanco que una hoja de papel.
Cuando Ángela entró en la cocina—y se preparó para poner su pose de “¿y bien?
¿Cuál es el problema?” —Lo primero
que hizo Riker fue darle un fortísimo abrazo hasta casi no dejarla respirar.
Además le dijo al oído: “Lamento haberte ofendido con mi tan grosera
contestación”.
Riker soltó a Ángela y la dejó
respirar y hablar. Viendo que ella solo quería evadirlo, la tomó por la quijada,
la obligó a mirarlo a los ojos y le dijo: “¿Me perdonas?”
Ángela se liberó del agarre de
Riker, caminó hacia el almacén de arroz y le pidió a Mirta, la cocinera, que los
dejara solos unos momentos. La respuesta de Mirta fue la siguiente: “Sí, claro.
Sólo no dejes quemar nada dentro de esta habitación”. Mirta dejó sus utensilios
y se tomó un descanso.
Ángela miró a Riker a los ojos,
fijamente y comenzó a caminar dibujando un círculo a su derredor. Riker se
asustó y le preguntó varias veces “What
are you doing?” Sin embargo Ángela no se dignó a decir ni una sola palabra
más, ni en inglés ni en español.
Continuó con su danza hasta que
Riker, exasperado, estuvo a punto de llamar a la señora que estaba en la
concina antes de que llegara Ángela. Pero Ángela lo tomó del cuello de la
camisa que vestía y lo miró sensualmente mientras le preguntó: ¿A dónde crees
que vas, cariño? Los ojos de Riker se enfocaron en sus labios carnosos; los
pasaba de sus labios a sus ojos, y en esos microsegundos en que sus ojos
estuvieron sobre los de Ángela, ella pudo notar que él quería besarla, ansiaba
tocar sus labios…
Ángela lo esquivó totalmente,
caminando muy sexymente y exagerando un poco en el movimiento de sus caderas.
Ya sabía lo que quería saber: Riker estaba perdidamente enamorado de ella y sí
tenía una y mil oportunidades con él.
Ángela se sentó sobre una mesa
de amasar—que luego tendría que lavar—y Riker la siguió como un perro sigue a
su hembra cuando está ovulando. Riker apoyó sus manos a ambos lados de Ángela.
Abrió la boca para decir algo pero no se le ocurrió nada para decirle a Ángela
que viniera al caso. Entonces ella le dijo, mientras se limpiaba las uñas
tratando de disminuir el interés verdadero que el comentario que iba a decir
tenía por defecto:
—You know, Riker: My brother just
licensed me to have a boyfriend.
—You need his permission for having a
boyfriend?! —Dijo Riker casi
riéndose.
—Yes, because he’s my older brother.
He’s five years older than me.
—Oh!... so he rules you.
—Yeap,
something like that. Es que, en realidad nosotros teníamos una extraña
competencia, basada en que yo quería ser tía antes que madre y el aceptó lo
contrario, ser tío antes que padre. Pero esta mañana me texteó y me dijo que
renunciaba a la competencia porque era muy estúpida—Riker rio—Y porque se ha
enamorado—Ángela hizo una pausa y notó que el arroz estaba a llama alta y se
estaba quemando.
También recordó que Mirta le
había pedido que no dejara quemar nada. De una vez se bajó de donde estaba
sentada—la mesa de amasar—y quedó demasiado cerca de Riker, porque él no quiso
hacerse a un lado. Riker tomó su cabeza y casi la besa, estuvo predispuesto
para besarla, y ella también; también quería que sucediera. Pero el olor del
arroz quemándose y el solo escarmiento de que la podían despedir, Ángela casi
tira a Riker al suelo porque no había otra forma de apartarlo de su camino.
Ángela corrió a bajar la llama
del arroz, lo volteó y le echó aceite para opacar el sabor a quemado. Luego
picó los vegetales y los refrió para hacer otra clase de arroz. En fin, hizo el
trabajo de cocinera por diez minutos mientras Riker la observaba
pensativamente. Mirta entró luego de que Ángela terminara la faceta de “cocina
en diez segundos”. Tan solo entró en la cocina, sin decir nada y se puso a
cocinar. Riker y Ángela se quedaron observando a Mirta y su respuesta, más
grosera que la de Riker, fue algo parecido a esto:
—
¿Y
ustedes qué mirar? ¿Ya hicieron lo que tenían que hacer?—Ángela asintió con
extrañeza—Tú—señalando a Ángela—mejor
limpia esa mesa donde te sentaste. Y tú—señalando a Riker—Sal de mi cocina.
Riker no logró comprender lo que
Mirta le estaba diciendo, pues apenas había terminado la primera clase de
español y yo entendía lo que ella le decía; hasta que sacó la escoba y le dio
tres nalgadas hasta que se fue de su cocina.
La escena fue muy cómica desde
el punto de vista de Ángela, pero por poco casi le dan unas nalgadas a ella
también. Ángela tomó un trapo y limpió la mesa de amasar.
Después de terminar las tareas
que Mirta, la cocinera le asignó, Ángela salió por fin del restaurante y quiso
dirigirse a su casa. Pero estaba desorientada, ni siquiera sabía dónde estaba
Olivia.
Riker apareció justo detrás de
ella como un verdadero zorro. La invitó a caminar por la acera junto a él,
mientras conversaban. Pero lo más extraño y tácito de esta conversación era que
los dos sabían cuál era el objetivo específico de todas esas palabras, pero se
las dijeron el uno al otro por miedo a estar equivocados y que el otro pensara
mal o se sintiera incómodo. Por esta razón, Riker comenzó:
—
¿Quién
era aquella señora que estaba en la cocina antes de que llegaras; la que me dio
tres nalgadas con la escoba?
—MHhh,
supongo que la cocinera, puesto que estaba en la cocina.
Y luego de largo rato de
conversación sobe los diferentes empleados, Pablo y el jefe, Riker volvió al
mismo tema que había dejado atrás: la pregunta que iba a hacerle a Ángela pero
se acobardó, está vez lo intentó con más valentía que la última.
—
¿Oye,
respecto a lo que pasó cuando te bajaste de la mesa y fuiste a encargarte de
las labores de cocinera…?—Ángela
clavó su vista en él y le dejó que continuara hablando; aunque sea torpe su
forma de expresarse en ese sentido. —Quería
decirte algo, y necesito que te detengas y me escuches atentamente.
Riker ya se había detenido y
sólo estaba esperando que ella lo hiciera y se quedara a la misma altura que
él. Cuando ya estuvieron mirándose de frente uno al otro, Riker comenzó a
acariciar su cabello. Ángela se estremeció, se asustó al sentir las manos de
Riker tocar su cabello, y pasar de él a sus mejillas.
“Shhhh, no tengas miedo; no te
voy a hacer daño”, le susurró Riker.
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