Ángela subió al segundo piso y se encontró a Pablo dentro de
la habitación. Su mirada parecía como la de Rocky en una de las muchas imágenes
que circulan por internet de él con su novia, Alexa. Sus ojos castaños café
blanquecino, como la corteza de un laurel, parecían querer ser boca, para decir
lo que la actual boca no se atrevía a decir; además, sus labios, deseaban ser
ojos para percibir lo que éstos percibían. Sin embargo, al segundo siguiente,
desearon seguir siendo labios. Ángela frunció el ceño y puso ojos de ignorancia
y desinterés; entonces se puso firme, dejó los implementos de aseo a un lado,
excepto uno: la escoba, ¡oh, escoba, cómo has ayudado! Ángela le dio una
nalgada a Pablo con la escoba, justo en la rayita tan relevante. La escoba y
Ángela estuvieron seguras de que Pablo no volvería a parársele en frente
durante el resto del día.
Ángela terminó de limpiar, con su escoba y el resto de los
implementos de limpieza, el cuarto de clases de español. Riker volvió justo
cuando Ángela ya estaba en la siguiente etapa de limpieza: organizar los
libros. Ángela había traído unos libros en su bolso, los cuales iba a utilizar.
También tenía los libros de texto de las diferentes ramas de español
(gramática, ortografía, literatura, lingüística, etc.), de los cuales tenía
todos los números: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 y 8. Estos libros fueron traídos por Mónica,
ella es mexicana y está totalmente de acuerdo con que los gringos deben
aprender el castellano latinoamericano y quiere ayudar a Ángela en esto porque
sabe que enseñar español a los gringos puede ser muy complicado.
Ángela tuvo un montón de recuerdos de esos libros que leyó en
la primaria y en la secundaria. Cuando Riker entró en el recinto se dio cuenta
de que Ángela no estaba conectada a la misma emisora en la que él estaba.
Ángela había encontrado un libro muy importante para la literatura inglesa, escrito
por William Shakespeare, este libro fue también muy importante para ella.
Estando en la secundaria, en noveno grado, estaba leyendo este libro—Romeo y
Julieta—un chico se le acercó, este chico era rubio, con unos ojos castaños
claros que enamoraban y tenía una nariz muy Rodríguez; su nombre era Carlos
Esteban Recosa. Carlos se quedó de pie, recostado sobre una banca posterior
a Ángela, mientras ella, desconociendo
su presencia y observación hacia ella, continuaba leyendo Romeo y Julieta.
Carlos se aclaró la voz y Ángela, percatándose de que el aula de clases estaba
desierta—porque era el recreo—, se dio cuenta de que cierta personilla la
estaba observando. Lenta y ligeramente bajó el libro de Romeo y Julieta y vio
los ojos castaños claros de Carlos observándola atentamente. Ella se ruborizó
un poco, se tocó la mejilla e hizo desaparecer el rubor. Carlos no quitó los
ojos de ella y, dándose cuenta de que ya debía haber dicho algo y no lo había
hecho, volvió a aclarase la voz y le preguntó…
—Teacher?
Riker no quería interrumpir la concentración que tenía que su
profesora con este libro tan emblemático de los idiomas inglés y español, pero
tenía que porque estaban perdiendo tiempo y debían, según él, terminar su
lección privada antes de que empezara la primera clase.
—I didn’t want to disturb you, but, I guess we should
continue with my private lesson—Dijo
Riker.
—Oh, it’s okay. I just was remembering when I was in
middle school.
—Are those books yours? —preguntó Riker.
—Yes, I read these books when I was in elementary,
middle and High School. So they bring me back a lot of memories.
—That is something good when you love to read, books
always bring you a lot of memories and you’re not all the time boring.
—Yeah it’s good… So what do you think if you read this?
Ángela le mostró a Riker un libro que tenía especialmente
acomodado en su arsenal de libros y el cual cumplía una función importante, El principito. Riker lo observó y rio al
ver la portada clásica de este clásico. Ángela abrió el libro en la página que
quería que Riker leyese y se la señaló. Entonces él comenzó a leer:
—Aprrhendí bien pronto…
— ¡La
erre! —le reclamó Ángela.
—I’m sorry. Aprendí bien
prontoó a conocer e’sta flohor. En l
planeta del principito siempre habían existido fores muy simplleis, adornadas
con una sola fila de petalos…
—¡pétalos! The titte isn’t there just for ornament.
—I’m sorry—Volvió a
disculparse Riker—… Adornadas con una sola fila de pétalos, que casi no
ocupaban luhu-gar y no molestaban a nadihie. Zurgían entre la hierba una
mañana, y por la tarde ya había desaparecido. Pero aquella flor había
gherminado de una semilla que quién sabe de dónde lliegó , y el principito
había vigilado muy de cerca desde el primer día que la vio a aquella rhamita
tan distinta de las que éll conocía.
Riker terminó de hablar y calló, mientras que Ángela no sabía
qué decir. Este entre una confusión entre si a lo que Riker había dicho le
faltaba algo más de perfección en su pronunciación o era solo por el acento que
obviamente no lo tenía bien desarrollado. También cupo la posibilidad de que el
problema en la pronunciación de Riker fuera la duda al momento de pronunciar
los diptongos y el hecho de que le agregó haches donde no las había y doblaba
algunos sonidos—como la ele—y no comprendía la diferencia entre la ese, la ce y
la zeta; y que tampoco podía decir el dígrafo f-l.
Riker continuó esperando a que Ángela respondiera, pero,
viendo que aún seguía pensativa, le preguntó: “Are you okay?” Esperó unos segundos más y viendo que Ángela solo
cambiaba de posición y se sentaba en la silla del profesor. Entonces Riker volvió a intervenir: “I didn’t want to disturb you”. Riker
hizo ademán de irse de presencia de Ángela de dejarla sola para, quién sabe,
que interiorice y hallase la respuesta a la incógnita que le presentaba él…,
tal vez ése no sea la verdadera intención que tenía Riker, pero eso fue que lo
que Ángela interpretó. Sin embargo ella no le dejó ir, lo llamó y él volvió. Ángela
solo le dijo una cosa a Riker antes de que él definitivamente se fuera:
—Riker, please, call your classmates; the class is
going to start now. And also, Riker … about your pronunciation, we’re going to
talk about it later, I just was testing you.
Riker finalmente salió del aula con dos enormes pensamientos
en la cabeza: que debería interesarse más por las cosas de la banda porque se
estaba saliendo un poco de su objetivo principal, y que no tenía ni idea de
quienes son sus compañeros de clase;
entonces se las arregló fácil: se paró frente a la barra—donde estaba Pablo
observándolo con cara de asesino en serie—y dio un anunció público en general:
“De los presentes, ¿hay alguien que pertenezca al grupo del curso de español de
la Srta. Rivera?”, unas diez personas levantaron la mano y Riker les habló en
particular: “La Srta. Rivera dice que ya va a comenzar la clase”. Estas diez
personas subieron las escaleras, como Riker les indicó y tomaron asiento en las
sillas que la profesora había ordenado especialmente para esta clase.
Ángela solo vio entrar a cuatro de sus alumnos, y los saludó
a todos por igual. Los distinguió inmediatamente a casi todos: Gaby, Fergie, y
John; pero le costó reconocer a Steve. Después de ver entrar a estos estudiantes
y saludarlos, Ángela salió del aula y se quiso huir, pero se tropezó con algo
que fue para ella un enorme muro, suave y duro a la vez. Como iba con la cabeza
gacha no se fijó quién o qué era ese muro, pero este muro—que poseía vida—sí se
dio cuente de a quién había impactado y se inclinó para observar el rostro de
la chica—porque en su mente sólo una chica puede tener esa estatura y salir
atropelladamente de un aula sin fijarse hacia qué se dirige—y notó que era el
mismo rostro que una vez lo hizo sonrojarse.
Riker tomó el rostro de Ángela y ella no hizo ningún esfuerzo
por evadir su tacto. Vio a Stephanie llegar al aula y la saludó, teniendo esa
excusa para evadir los ojos inquisidores de Riker por tan solo un segundo. Riker
incrementó la inquisición en sus ojos cuando Ángela volvió a mirarlo y le
preguntó:
— ¿Por
qué saliste tan... así como saliste del salón? ¿No deberías estar allá dentro
recibiendo a tus alumnos allá dentro y no aquí afuera, sin tener la misma
elegancia y cortesía?—preguntó Riker.
—Bueno,
para empezar, Riker, tus manos están muy calientes y me estás quemando el
rostro—. Riker quitó sus manos y le permitió al rostro de Ángela respirar y
relajar sus músculos—. Para continuar, Riker, —Ángela se apegó a la pared y le
pidió a Riker, con señas, que se pegara a la pared también—. Tengo miedo…
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Hola! espero que tengan buenas noches, tardes o días. Quiero dedicar esta maratón a mis lectores de Nueva Zelanda y Venezuela. Tenía este blog bastante descuidado y he querido renovarlo con este maratón y por eso lo quiero dedicar a mis más nuevos lectores 3: besitos y abrazos para todos
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